viernes, 12 de febrero de 2016

TODO OBRA PARA BIEN


Filipenses 1:12 “Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio”.


El apóstol estaba preso en Roma y para borrar el vituperio de la cruz muestra la sabiduría y la bondad de Dios en sus sufrimientos. Estas cosas le hicieron conocido donde nunca hubiera sido conocido de otro modo; debido a ellas algunos se interesaron en el evangelio. Sufrió de parte de los falsos amigos y de los enemigos. ¡Miserable carácter el de los que predican a Cristo por envidia y contienda y añaden aflicción a las cadenas que oprimían a Pablo.


El apóstol estaba cómodo en medio de todo. Debemos regocijarnos, puesto que nuestros trastornos pueden hacer bien a muchos. Todo lo que resulte para nuestra salvación es por el Espíritu de Cristo y la oración es el medio designado para buscarlo.


Nuestras expectativas y esperanzas más fervientes no deben ser lograr que nos honren los hombres, ni escapar de la cruz, sino ser sustentados en medio de la tentación, el desprecio y la aflicción. Dejemos a Cristo la manera en que nos hará útiles para su gloria, ya sea por labores o sufrimientos, por diligencia o paciencia, por vivir para su honra trabajando para Él o morir para su honra sufriendo por Él.


Los filipenses acaso temerían que el encarcelamiento de Pablo impidiera la extensión del evangelio; por tanto les quita este temor. Las cosas que me han sucedido—han resultado en provecho—La fe, torna en luz favorable hasta aquello que parece adverso (verso 28; y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios.


2 Corintios 4:2 “Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios”.


2 Corintios 4:7-18 “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida. Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos, sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros. Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios. Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”.


La gracia de la fe es un remedio eficaz contra el desaliento en tiempos de prueba. Ellos sabían que Cristo había resucitado y que su resurrección era arras y garantía de la de ellos. La esperanza de esta resurrección animará en el día de sufrimiento y nos pondrá por encima del temor a la muerte. Además, sus sufrimientos fueron para el provecho de la Iglesia y para la gloria de Dios.


Los sufrimientos de los ministros de Cristo, y su predicación y conversación, son para el bien de la Iglesia y para la gloria de Dios. La perspectiva de la vida y la dicha eterna eran su fortaleza y consuelo. Lo que el sentido estaba dispuesto a considerar pesado y largo, doloroso y tedioso, la fe lo percibe leve y corto y sólo momentáneo. El peso de todas las aflicciones temporales era leve en sí, mientras la gloria venidera era una sustancia de peso y duración más allá de toda descripción. Si el apóstol pudo llamar leves y momentáneas a sus pruebas pesadas, largas y continuas, ¡qué triviales deben de ser nuestras dificultades!


La fe capacita para efectuar el recto juicio


Por José D. Muñoz

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